Abuela. Abué, como siempre te he dicho...
Eres una nostalgia de cuatro años que no cesará nunca.
Eres una melancolía que no es posible disminuir.
La presencia se desvanece en cenizas que posee una hija cuya conciencia le culpa de lo que nunca hizo mientras vivías. Esa hija toma en aquella urna que adorna su salón, el símbolo de su libertad ante los otros, pero no de su conciencia. Aquella familia ausente, ahora te tienen en su salón, adornándoles la mesa central, llorándote, diciéndote cosas que ya no puedes oír, hablando con una simple urna que no tiene nada más que un simple símbolo marchito.
Abué, viviste una dura vida en tu infancia. Perdiste a tu madre a los cuatro años, y trabajaste sometida a la tiranía de tu madrastra por muchos años más. Lo único que te liberaba de aquella tortura era aquel primo con el cual contrajiste tu primera y única nupcias, sellando aquella promesa con sueños de éxitos que el tiempo embebido en alcohol, corroyó hasta su total destrucción.
Abué, luego de aquellas épocas, la adultez de tus hijas te dio tiempos buenos. La paz, la tranquilidad, y la sabiduría de tu ser llenaron tu vida. La fe profunda te otorgó siempre la paz que cualquier ente pensante desearía, aquella fe infantil de la que siempre hablaste, de la que lamentablemente, nunca pude creer.
Abué, aún recuerdo las tardes en tu casa, tomando ese único mate que no he compartido con nadie más, hablando de lo leído, comentando lo visto en TV, tomándome la ‘lección’, planificando cosas...
Abué, no le perdono a este país el haberte quitado tantos años que aún podías disfrutar...
No le perdono a un país el abandono con la justificación de no querer gastar.
Abué, tu corazón falló porque se indignó de que este sistema, el viciado, asqueroso, corrupto, ambicioso y caduco sistema pensase más en lo económico que en una vida.
No se puede defender un sistema que apoya la deshumanización.
No le perdono a este inmundo mundo su cada vez mayor falta de compasión.
Y no le perdono a ese médico endemoniado sus palabras de sierpe y su despreocupación.
Abué, te extraño sin que eso tenga alguna vez solución.
En este imperdonable país nevó este año. Nunca habías visto la nieve. Seguro te habría encantado. Si la fe que has tenido te ha sido compensada, si en algún lugar del ‘cielo’ puedes acceder a un ciber-nube-café, te muestro lo bello de aquel hecho.
Abué... Te extraño, y sólo tengo mi memoria que se deshace con el tiempo...