Luna llena.
Brisa fresca de otoñal invierno que resbala por los metales fríos.
La tristeza mira el café de negro punto.
Cabellos que se enredan con gotas de agua.
Gotas de agua que acarician cabellos.
Susurros.
Sonidos.
Recuerdos.
Voces sintetizadas que anuncian los metales.
Puertas que se abren.
Puertas que se cierran.
Puertas transparentes que separan aún contemplando lo aparentemente accesible. Quimera.
Calidez efímera, que con pasos dolorosos se aleja. Tristeza.
Aroma hogareño que se oxida en los kilómetros extensos. Compañía.
Y así, todos los huesos desenterrados,
todos los árboles contemplados,
todas las calles extraviadas,
todas las corcheas desempolvadas,
todas las palancas presionadas,
todas las gotas caídas,
todos los días vividos
parecen evaporarse en sabores sepias
que una boca reluctante aún se empecina en degustar...
Y así, emergiendo de una quimera,
y así, sumergiéndose en otra nueva,
el día hacia la realidad comienza...
una realidad que se debe hacer quimera
porque la quimera debe ser real.
Demasiada madrugada como para coherentes pensamientos.
1 Oscuridades:
duerme rico...
besos.
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