Hoy es Tanabata.
El séptimo día del séptimo mes, para la fiesta japonesa, se crea sobre la vía láctea un puente que conecta las dos orillas.
La historia cuenta que un pastor y una tejedora se enamoraron. Algunas versiones hasta aseguran que se han casado. El asunto es que ambos comenzaron a descuidar sus responsabilidades, y por eso, el padre de la joven Tanabata, separó a los enamorados por el Ama no gawa (Vía Láctea).
Sin embargo, el día siete del mes julio, un puente (o un barquero, también dependiendo de la versión donde es leída) une las dos riberas, permitiéndoles a los enamorados compartir ese día único anual.
La espera de un año para sólo un día.
De entre los miles de deseos que se piden en esta fecha, que anotados en cartones de colores se cuelgan sobre bambúes, se cumplan aquellos de mayor urgencia, de mayor esencia, de mayor tristeza por la similitud con la historia de Tanabata...
La joven Tanabata, creo yo, se apiadará de aquellos deseos de personas desencontradas por mares, tierras, ecuadores, paralelos, cordilleras, etc.
¿Tanabata podrá hacer sentir que 8.800 kilómetros son sólo un puente de pocos pasos, que arrebata de sus oscuras y solitarias cuevas, a seres cuyo designio sobre las tierras ha sido un azar?
Tanabata, sólo concede un deseo...
Tanabata, es sólo una ilusión para niños...
Cuánta tristeza se concentra en Tanabata; bocas que no hablan, suspiros que no se escuchan, miradas que no se ven...
Tanabata...
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