La Sonrisa de Naoki

28 de septiembre de 2007

 

Naoki era un chico muy callado. Todos los días iba al colegio, mirando hacia el suelo, caminando derecho, sumido en sus profundos pensamientos.

La gente que le conocía, siempre le saludaba, y Naoki, tan respetuoso como siempre, sonreía con aquel regalo dado por la naturaleza. Una bella sonrisa que opacaba cualquier señal de tristeza en su personalidad.

Era un regalo y un estigma.

Todos los días, regresaba a su habitación, y se encerraba en ella. Los familiares llegaban a su casa, reían entre comidas y tazas de té, y cuando querían ver a la rareza familiar, lo llamaban cual mascota, y Naoki, siempre educado, sonreía a los chistes más insulsos de sus parientes. Su regalo y su condena.

Lentamente, la soledad, la diferencia, la esencia que le hacía sentir su no-pertenencia a su natal comunidad, comenzaron a envenenar su sangre.

Ya no era inocente, ya no creía en promesas divinas, sólo le quedaba la carne de su propia existencia, que con ojos críticos, contemplaba su miseria y la ajena. Sólo veía humanos corruptos, fallidos, enclenques, incompletos, todos buscando cosas que ignoraban, todos royendo las carroñas derrumbadas.

Naoki había crecido.

Aquel día, camino hacia su casa, se mantuvo ausente de todo su universo real, mientras cavilaba silencioso.

Ingresó a su casa, dejó sus zapatos en la entrada, y su madre, con aire suspicaz, abandonó el hogar alegando que esa noche no regresaría.

Naoki sólo sonrió, y nadie notó su tristeza, ni siquiera, su propia madre, quien no se cansaba de repetir que siendo ella la que le había dado a luz, le era imposible no vislumbrar las penumbras de su propio hijo.

De Propio, no tenía nada Naoki, más que los genes y sangre.

Y aún a pesar de todo, la madre le retribuyó con otra sonrisa, y abandonó la casa.

Naoki no había dejado de sonreír.

Cansado, caminó hasta su cuarto, y contempló su sonrisa en el espejo, aún forzada, aún presente, en su rostro.

¿Cómo la gente no podía percibir algo que él consideraba tan evidente?. ¿Cómo una sonrisa podía evadir tanto? ¿O en realidad, los otros eran quienes no querían ver?

Sonrió por ultima vez frente a su espejo, y lo rompió.

- Maldito estigma – susurró, cuando al tomar un pedazo de espejo, cortó sus labios en un súbito movimiento.

La sangre manchó sus medias, y sonrió finalmente.

0 Oscuridades: