Trece de Septiembre

14 de septiembre de 2008

Ya faltan pocos días para el otoño, esa estación con tan poco de vida como mi propia existencia. Esa estación donde las oscurecidas hojas, antes vitales, se desmoronan cansinas sobre el suelo, a recibir gustosamente el destino de su final, cuando sobre ellas el mundo camina. Y aún así, en silencio, reciben su mortal destino hasta el punto de transformarse en polvo de hojas secas, en un gesto de máxima humildad, pues ya ni cadáver poseen para exhibir.

Y así, el árbol que lentamente se desnuda, que en jirones caen sus últimas esperanzas de que el cruel invierno no llegue, también se resigna a su final, pero aparenta más dignidad por estar siempre erguido.

Soy como ese árbol. Tan triste y en soledad como aquél que se encontraba en el lejano rincón de la plaza principal. Nadie gustaba de estar bajo su sombra suave. Nadie gustaba estar en un rincón alejado de aquellas personas que con sus infantes visitaban los juegos del parque.

Pero yo sí adoraba ese árbol. Porque desde ese árbol podía verte. Desde esa esquina lejana y esquivando arbustos que te ocultaban, podía contemplarte diariamente en aquel lugar que era tan tuyo: el banco de la plaza donde te sentabas a leer. Quizás un poco más retirado que el resto de los bancos, quizás un poco más cerca de mi soledad que la de ellos. Supongo que por eso te veía. Supongo que por eso te comprendí en nuestro silencio. En tu silencio y en el mío. En esa quimera de silencio cómplice, que no era más que un ensueño, pues eran silencios lejanos, como no podían ser de otra forma.

Sin embargo yo te admiraba. Desde esa lejanía y anonimato me apasioné por ti. Tal vez sólo eras una nueva excusa para no resignarme a mi final, tal vez sólo eras un engaño más de mi pobre mente para buscarle un sentido a mi existencia. Sí, tal vez una excusa más para no sentirme tan abominable de no aceptar mi final.

En ese momento no lo pensé demasiado, y simplemente me dejé llevar por la brisa del verano, por tu inmutable rostro al leer, por el aroma tan tuyo que esa brisa me traía en aquel rincón lejano, bajo la escasa sombra del despreciado árbol.

Pero como todo, también hubo un final para ti.

Desapareciste.

Dejaste tu lugar, el cual fue ocupado por un anciano que pasaba sus tardes alimentando a las palomas.

Tal vez fuiste a estudiar al exterior. Tal vez enfermaste, tal vez te secuestraron, tal vez te mudaste, tal vez te casaste, tal vez encontraste trabajo o cambiaste de trabajo. Tal vez.

Tal vez. Quizás.

La verdad es que no sabía nada de ti.

Ni tu nombre sabía, ni tu personalidad, ni tus gestos ni tus manías.

Sólo te contemplaba mirando en ti todo aquello que quería que tuvieras, y que probablemente no eran características tuya.

Sólo fuiste mi pequeña escapatoria de una vida inerte, de una vida de hoja seca que se niega a caer desde las alturas desnudas del árbol sufriente.

Pero aquí estoy hoy, trece de septiembre, con más valor que nunca a aceptar humildemente mi pequeñez, y sucumbir como tal. Porque soy un ser humano, porque carezco de inmortalidad, porque soy una criatura enclenque, frágil y soberbia, como el resto de los seres humanos. Sólo cuando se alcanza el nivel al que he llegado, se comprende la secreta resignación a la Nada, porque en mi vida sólo he encontrado aquélla.

La única con la cual comparto todo: la Nada.

Su silencio, su ignorancia, su humildad, su desdén.

Escribo estas palabras sólo para ti, joven que leías en el banco de la plaza. Las escribo ingenuamente, sabiendo que no llegarán a ti. Sabiendo que sucumbirán como hojas secas, que regresarán al polvo, que no serán leídas por ser alguno. Sin embargo, por alguna razón, las escribo.

Aún y a pesar de todo, la Nada no consume mi ingenuidad, no consume mi ilusión. Aún. Y supongo que por eso te escribo.

En esta casa abandonada, donde habité con la Nada durante años, me he pasado noches enteras pensando en ti, en mi vida, en mi final.

Luego de largas reflexiones, sólo encontraba una y otra vez la misma respuesta: no eras tú, sino yo, quién carente de sentido vital, vivía de ilusiones que las adosaba a tu persona. Pero también era probable que tú sintieras el mismo desazón. La vida no tiene sentido, no tiene rumbo, y es sólo un azar probabilístico, que no le importar absolutamente nada.

Supongo que por eso te escribo. Para decirte lo que me hubiese gustado que me dijeras, si alguna vez hubiéramos hablado.

Ni el sonido de tu voz conozco.

Pero ya libre de las palabras, de los pensamientos, de aquello con lo que me aferraba infantilmente a este sin-sentido existencial, dejo escritas mis ideas, que ya nadie leerá, que ya nadie siquiera sospechará, y parto con humildad a mi destino, a mi comunión con la Nada.

Lo único que me entristece realmente es que esta carta nunca llegará a tus manos, y aún así me enterco en escribirla.

Lamento mi debilidad humana.

Siempre es una carencia.



5 Oscuridades:

Geli dijo...

A la miercole, que triste!...cuanto vacío... Me dió un escalofrío, es muy lindo mako. Me gusta como se proyecta desde el árbol, al suelo con la caída de las hojas, a la persona que habla y luego a la persona del banco ^^... tiene imágenes como cinematográficas ^^

Maboroshi dijo...

faaa, que elogio geli, gracias XD esto es lo que produce un día de telefónica cagandote toooooodo el dia sin conexión, con las guias de electro sin poder hacerse y el estres de la madre santa y la mar en coche XD
besotes...

Noir dijo...

:S Joer che, que deprimente. XDDDD Muy bueno, muy... bonito? Me pregunto de que hablas che. :/

Che, que es esa noticia al final? Qué horror.

Anónimo dijo...

me ha gustado mucho jin!

Me dio la impresión de que empezo con un grado de depresión y termino con más tristeza y soledad que la que había en el principio, no hubo manera de salvar la reflexión hacia un lugar más amable y más esperanzador. Sacar esas palabras en busca de una salvación que a final descubres que nunca llegará.

Atte. Lucy

Saludos Jin, cuidate nos andamos leyendo si la escuela no me absorbe demasiado.

webmaster tmarin dijo...

Si que hay soledad pero los que somos optimistas o positivistas nos acercamos y tratamos de hacer realidad los sueños.Por eso cuando leía me daban unas ganas de empujarlo hacia el banco que....
De todas maneras pareciera que ese sentimiento que crea en si mismo al comtemplar a la persona que lo hace vibrar lo llena más que si se acercara...
Un afectuoso abrazo Mabo,te seguí desde Sexismo Publicitario.
Tere Marin