Resultados Antes de La Verdad...

28 de octubre de 2007

0 Oscuridades  

Sí, por primera vez en la historia argentina, asumirá una presidenta electa, sin que muera por el camino o sea la viuda del presidente de turno. Finalmente una presidenta... Lamentable es que sea ESA mujer.

Probablemente continuará con el mismo modelo de su esposo, ese modelo disfrazado de progresista, lleno de mentiras, manipulador de la información y las estadísticas, que hace mucho por los derechos humanos teniendo un país con la mitad de su pueblo bajo la línea de pobreza, un modelo que apoya la educación, pero a pesar del superávit de la argentina, nunca hay presupuesto para las universidades. Un modelo que genera inflación y carencia de alimentos en pos de exportadores y empresarios, que deja la ecología en segundo plano si es que hay intereses económicos de por medio, que aprueba leyes de gran banalidad pero no es capaz de sancionar una prohibición a la tala indiscriminada de lo que queda de bosques argentinos. Un modelo que no regula a los buitres multinacionales, que no se preocupa de sus aborígenes, que deja que la patagonia argentina sea comprada por los extranjeros, que deja explotar minas propias a terceros para llevan todo el material a sus países de origen y encima subsidia tales producciones terriblemente contaminantes. Un modelo que tiene todo de disfraz, y sólo alimenta la misma carroña de siempre... pero ahora será un país más progresista, porque lo liderará una mujer...

Ojalá me equivoque.

Pero no se puede pretender nada de alguien que se presenta en tres listas diferentes, con una variación de gobernador o de intendente, no se puede esperar nada demasiado bueno de alguien que compró el voto de los necesitados regalándoles un paquete de arroz, no se puede esperar mucho de quien usa la ignorancia de las masas para legalizar su poder y llamarlo ‘autoridad legítima’....

Y así, la democracia en ignorancia, no es más que la tiranía de la estupidez, el imperialismo de las necesidades e intereses, el sistema donde la masa bruta gobierna... o mejor dicho, el sistema donde la masa bruta es ‘dominada’.

Ojalá me equivoque.

Ojalá.

Cuando se siente la soledad y el desengaño...

20 de octubre de 2007

Hoy fui a mi entrenamiento semanal. Como de costumbre, llegué temprano y me quedé en la puerta del club, esperando a que el dueño llegase y lo abriese.

Llevé un par de libros de estudio, para aprovechar ese tiempo, sin reloj que me avisara cambios de minutos.

El sol lentamente se ponía en el oeste, y ya mis ojos cansados, decidieron dar fin a la lectura. Aún nadie aparecía.

Las primeras estrellas se asomaban, cuando las luces de la calle se encendieron tenuemente. Y yo aún estaba contra la puerta del club, esperando.

Durante la tarde me había llamado un compañero que hacía tiempo no lo veía, y me había dicho que nos encontraríamos en el club.

Simplemente se habría olvidado...

Ya observando el fin de la tarde sin que apareciera ningún conocido, me acostumbré a la idea de un día de entrenamiento de forma solitaria, pero el dueño del club no venía.

Simplemente se habría olvidado...

Y pensando dentro del silencio que aquella calle abandonada otorgaba, contemplaba de vez en cuando fragmentos de vida de los transeúntes. Todos miraban con, quizás, un poco de desconfianza hacia mí. Y yo hacia ellos.

Las luces de la casa de enfrente se encendieron, y contemplé una niña que sentada en la mesa del salón, jugaba con su abuelo.

Y me sentí triste. Recordé a mi querida abuela...

Una abuela que la muerte hizo que se olvidara de su nieta, aún contra su voluntad...

La muerte es el olvido de los vivos...

Y pensando entre los vivos, contemplé a familias que pasaban caminando, hablando distendidos bajo las luces de la calle. También caminaban parejas jóvenes, y amigos que platicaban sobre alguna novedad de sus vidas.

Y de repente, sentí que algo se sentó a mi lado.

Y allí estaba ella.

Siempre vestida de invisible para acentuar su esencia, siempre callada, para enloquecernos con nuestro propio bullicio interior: la soledad.

La contemplé por un segundo, y fijé de inmediato mi vista al suelo.

La sentí por todo mi cuerpo.

Sentí la carencia.

Me percaté de la familia disfuncional, de la promesa en lejanas tierras, de la fragilidad humana, del incontenible sentimiento del ser, de la injusticia de las cosas, de la simple resignación al presente.

Suspiré, sin desagotar nada de aquello.

Miré el cielo, ya oscuro, y contemplé las estrellas titilantes...

La soledad siempre está a nuestro lado, sólo que a veces no nos percatamos hasta que ella se nos hace ineludiblemente presente.

Suciedad Interna

6 de octubre de 2007

0 Oscuridades  

El pasado regresa a atacarnos siempre cuando uno está desprevenido. No viene por simple capricho, sino que es llamado por nuestras más profundas falencias en pos de complicar nuestro presente.

Las situaciones que antaño se vivieron, perturban el presente que se asimila a aquellas experiencias. La asociación consciente o inconsciente es la gran corruptora de nuestro presente.

Los sucesos similares, poco a poco comienzan a tener la forma de aquellos acontecidos ha años, y sin percatarnos de ello, ya concluimos con terror las consecuencias de un presente que ante nuestros ojos devendrá en aquel pasado.

El pasado regresa al presente, proyectándose a futuro, con la oscuridad intensificada, con sus garras más afiladas, con su poder engrandecido por la distancia del tiempo. Y quien no advierte que se está repitiendo el pasado, actúa como antaño, provocando que el terror cunda por debajo de la piel, entre las venas, tan callada y envenenadamente...

Creer tras ser traicionado, sólo deja heridas que los nuevos personajes deben aprender a tratar. El traicionado ya no volverá a creer como en tiempos pasados, ya no volverá a tener esa misma inocencia. Podrá simular conservarla, podrá, incluso, intentar reconstruirla como pueda, pero en el fondo, la bipolaridad del pasado y el presente, fusionados con la esperanza y el dolor, perturban la mente donde se disputan el creer y el no creer.

La inocencia que aún puede habitar en algún rincón del ser, seguirá empecinada con su infantil actitud en dar su confianza abiertamente, pero la otra parte, la veterana, la que exhibe con tristeza cicatrices profundas, se perturbará, no se permitirá creer nunca más, no dará la posibilidad de que una herida nueva marque su superficie.

Y así, en esa profunda dicotomía, el humano traicionado intenta recuperar lo imposible, intenta luchar contra lo inevitable...

Esa batalla ya está perdida en la soledad. La oscuridad carcomerá cualquier pequeño resto de inocencia, y ensombrecerá la mirada del traicionado.

La traición, el más terrible de los males, no se acaba con el fin del traidor o con el alejamiento del mismo... es una marca profunda, con la que se debe vivir, pues efectivamente carece de solución...

¿El Traicionado puede volver a creer?

¿Su mente estará en paz en tanto y en cuanto se mantenga bajo el silencio?

¿La ausencia del presente da cabida a ese pasado corruptor?

La mente es el eterno campo de batalla, el eterno caos, la eterna creación y destrucción...

La mente: la que puede traicionar y traicionarnos...

El Tren de la vida...

1 de octubre de 2007

El tren es un centro de historias. Es un lugar donde miles de personajes dejan plasmada parte de su leyenda. Un momento, un recuerdo, o un garabato. Todo queda registrado en las paredes de lata de ese viejo vagón, que contemplan día tras día, el rutinario existir sin sentido de los humanos.

Diariamente ven a la mujer que vende sahumerios en el tren, que hacía años pedía ayuda por ser portadora. Diariamente ven a los niños que tomando diarios gratuitos de la tarde, venden en la noche sobre los vagones. Diariamente, los celulares de los pasajeros suenan, anunciando muertes esperadas, desengaños o nacimientos sorpresivos. Se ve la gran variedad de parejas, que van desde las más comunes hasta las más escondidas, ya que por su sexualidad, deben soslayar sus gestos, resbalar sus caricias por debajo del campo visual de la masa, y soportar el deseo de un beso fogoso.

Se ven a los vendedores de cosas baratas, que cansados y gastados, aún les queda una sonrisa o el ánimo para hacer una broma al final del día. La joven chica vendedora del café, a la cual le compra más de un mujeriego baboso. Está el hombre de la bebida, que lleva colgando la pequeña heladera de hielo en su espalda desviada, o el hombre de los ‘sanguches’ o del hot dog, que camina con pesar. También está el anciano, que luego de su enfermedad vascular, deambula por el tren, pidiendo sostén. Análogamente, los pocos ex soldados de Malvinas que aún viven y transitan por el tren, continúan pidiendo patriotismo a las almas baratas que se inflaman en los mundiales, pero que no son capaces de hacer un país mejor, respetando y haciendo respetar.

Los estudiantes también rellenan los huecos, intentando cultivarse en el más pequeño espacio disponible dentro del tren donde pueden desplegar una carpeta. Y también están los trasgresores carroñeros, que fuman prohibiciones, sin el menor respeto al resto de los pasajeros.

Están los de guardias de seguridad del tren, que nunca ven a la mujer que está sentada al lado de un delincuente que le habla, amenazándola bajo su campera con un arma.

Están los misteriosos, que vestidos en oscuros, contemplan las cosas con desconfianza, y a su vez, el resto le desconfía.

También los trabajadores y obreros se quejan del día, y se divierten al ver el trasero de una mujer, denigrándola con las peores frases que sus mentes pueden crear. Están las viejas molestas, que todo les irrita, y los imbéciles pajeros que tocan a las damas, o apoyan su cuerpo en el de ellas cuando el vagón atesta de gente aprovechando tal excusa para quedar totalmente impunes en su perversión.

Muy rara vez está el hombre que toca el trasero de otro hombre.

También se puede ver a los músicos desempleados, que conforman una larga lista, y deambulan diariamente sobre los vagones, en busca de su vida: el joven guitarrista, que con su dote para el canto del norte, se resigna a pedir limosna tras su creación. El hombre del Perú, que trae la música de los incas con su charango y su quena a los vagones de la indiferencia. También está el muchacho del violín, que tocando tristemente el instrumento, llora con el pasar de las estaciones, mientras la luna se asoma tímidamente por el horizonte. El oriundo de Paraguay, que trae consigo un acordeón con el cual intenta animar la existencia rutinaria de todos los allí presentes. Y está también el anciano que sólo canta tangos, con su voz cortada y lastimada.

También pasan los superfluos, que en grupo, hablando con indignación sobre el último modelo de teléfono celular, chocan con la niña que logró recolectar las monedas del día.

Suben las mujeres que buscan la prioridad, alzando en sus brazos a sus hijos ya bien grandes, sólo por obtener un asiento para sí, exigiéndolo con algarabía. Y no faltan los estúpidos que dan su asiento a una señorita vistosa para ver con mejor perspectiva el escote de la chica, y se hacen los dormidos cuando una anciana sube al vagón.

Y nunca se ausentan los religiosos, que entregando estampillas o panfletos con la santa palabra, condenan a los pasajeros al infierno si no aceptan ese papel, y se transforman en la religión.

Y así, diariamente, los días se van sucediendo, entrando y saliendo nuevos personajes que los vagones gastados y oxidados contemplan con indiferencia.

Todos los entes del tren, tristes actores nocturnos, deambulan en busca de un libreto en el que deseen participar, pero que nunca logran hallar, pues en todos ellos, la resignación les ha ganado la batalla. Y es que de pronto, lo impensable, se torna normal, y cuando eso sucede, lo caótico comienza a formar parte de la generalidad, de lo que todo el mundo hace, aunque todos sepan que es incorrecto, que no ‘debería’ ser así... pero sin embargo es....

Y todos los días, la misma resignación... todos los días, el mismo papel, el mismo libreto, el mismo actor...

Resignación a la vida...

Existencia violentada...

Insatisfacción eterna...

Sentido

Caminando sin sentido, en una ruta marcada en el césped gastado. Caminando con pasos lentos y usados, uno tras otro, en busca de alguna senda que pueda permitir la satisfacción. Sin embargo, allí, donde el césped ha dejado de crecer, sólo se plasman una sobre otra, las huellas de miles de anónimos seres que pasaron, y cuyos huesos, se descomponen más adelante en el camino.

Caminar por lo caminado, tiene tan poco sentido, como el mismo sentido de caminar en sí mismo. Nada tiene una gran utilidad, cuando los esqueletos son lo único que resta, al final de la senda.

Cabizbajos, dando pasos eternos, se puede continuar por aquel gastado camino, pero también se puede caminar sobre el césped nuevo, nunca antes pisado, y desviarse de la senda cuya conclusión es ya sabida.

Mejor caminar por el césped y ver que con el tiempo, se transforma en arena, y ese frescor que daba el verde, poco a poco, comienza a tornarse en un amarillento abrasador bajo el sol duro del desierto.

Caminar sin sentido, pero al menos, caminar por donde no se ha caminado.

Y ya llegando al límite de las fuerzas, se puede caer de rodillas, sobre la ardiente arena, se puede tener la satisfacción de ser el único que ha caminado por tan difícil senda. Se puede desplomarse sobre el suelo, y sólo cuando las pupilas ya se dilatan en un último suspiro, y su satisfacción personal alcanza su apogeo, se puede descubrir, que a pocos pasos, yace un par de huesos...

Todo sin sentido.

Cosas al pasar...

0 Oscuridades  

En silencio, un niño de 12 años pasa por el vagón, dejando a cada persona un pequeño papel pidiendo una pequeña ayuda que consiste en la donación de unas pocas monedas. El chico saluda a los pasajeros dando un apretón suave de mano, que la mayoría rechaza.

Cuando llega al reportero, le extiende la mano, y el hombre, le da ese suave gesto, sin entregarle monedas que solo sostendrán por mas tiempo su miseria. Se miran a los ojos, sintiendo la calidez y la frialdad de las manos.

Sólo un segundo se contemplan. Sólo un segundo dura aquel secreto planteamiento del porqué de la existencia de cada uno de ellos. Sólo un segundo, en donde interactuaron, y ya cuando el niño pasa al siguiente vagón, todo ha sido olvidado.

Y el niño, ya ha pasado al olvido.

El último tren está por salir.