Llevé un par de libros de estudio, para aprovechar ese tiempo, sin reloj que me avisara cambios de minutos.
El sol lentamente se ponía en el oeste, y ya mis ojos cansados, decidieron dar fin a la lectura. Aún nadie aparecía.
Las primeras estrellas se asomaban, cuando las luces de la calle se encendieron tenuemente. Y yo aún estaba contra la puerta del club, esperando.
Durante la tarde me había llamado un compañero que hacía tiempo no lo veía, y me había dicho que nos encontraríamos en el club.
Simplemente se habría olvidado...
Ya observando el fin de la tarde sin que apareciera ningún conocido, me acostumbré a la idea de un día de entrenamiento de forma solitaria, pero el dueño del club no venía.
Simplemente se habría olvidado...
Y pensando dentro del silencio que aquella calle abandonada otorgaba, contemplaba de vez en cuando fragmentos de vida de los transeúntes. Todos miraban con, quizás, un poco de desconfianza hacia mí. Y yo hacia ellos.
Las luces de la casa de enfrente se encendieron, y contemplé una niña que sentada en la mesa del salón, jugaba con su abuelo.
Y me sentí triste. Recordé a mi querida abuela...
Una abuela que la muerte hizo que se olvidara de su nieta, aún contra su voluntad...
La muerte es el olvido de los vivos...
Y pensando entre los vivos, contemplé a familias que pasaban caminando, hablando distendidos bajo las luces de la calle. También caminaban parejas jóvenes, y amigos que platicaban sobre alguna novedad de sus vidas.
Y de repente, sentí que algo se sentó a mi lado.
Y allí estaba ella.
Siempre vestida de invisible para acentuar su esencia, siempre callada, para enloquecernos con nuestro propio bullicio interior: la soledad.
La contemplé por un segundo, y fijé de inmediato mi vista al suelo.
La sentí por todo mi cuerpo.
Sentí la carencia.
Me percaté de la familia disfuncional, de la promesa en lejanas tierras, de la fragilidad humana, del incontenible sentimiento del ser, de la injusticia de las cosas, de la simple resignación al presente.
Suspiré, sin desagotar nada de aquello.
Miré el cielo, ya oscuro, y contemplé las estrellas titilantes...
La soledad siempre está a nuestro lado, sólo que a veces no nos percatamos hasta que ella se nos hace ineludiblemente presente.
1 Oscuridades:
vaya que hermosa reflexion, es un sentimiento de desolacion terrible cuando te encuentras a ti mismo acompañado por la soledad, nadie mas se te acerca lo suficiente como para alejarla de ti, nadie te llena el vacio que te rodea...me ha despertado cierta nostalgia de los momentos en que me aislo yo misma, momentos en los que mi apatia y y mi desgane de la vida me alejan de mis seres queridos, pero ellos nunca podran llenarme por completo...sera que carezco de limites y por eso nada y nadie alcanza a llenarme, no se...yo intento encontrarme a mi misma entre mis propias reflexiones y termino extraviandome, me cuesta tanto entender que diablos pasa conmigo, por ello me ha gustado tu entrada, me da una idea de lo que yo tambien siento a veces...pero todos somos distintos...o serà que algunos no quieren pensar en esas cosas. No lo se.
saludos Jin, atte: lucy
Publicar un comentario