Prendan fuego los cuentos infantiles II - RASPANZEL

28 de marzo de 2008

Se recomienda leer la anterior entrada para poder dilucidar mejor los chistes aquí escritos.

Este texto es producto de la delirante mente de Geli, tras tomar un vaso de vinito, y de la mente enferma de Maboroshi, tras todo un día de estudio sin pausa.

Una vez más, los dos blogs se unen para continuar con el delirante mundo de los cuentos infantiles.

RASPANZEL

Mukashi mukashi (Érase una vez) un matrimonio que vivía en una montaña. Se habían casado jóvenes, porque ella había quedado embarazada de adolescente, y como su amor se había consumado en un baldío de rapunzeles y ortigas, decidieron llamar a su retoño Raspanzel. Los padres habían entregado a su hija en calidad de pago a la farmacéutica del valle, la cual les había fiado unos condones que nunca pagaron, y cuyos intereses los terminaron haciendo impagables.

Dicha farmacéutica era bella pero perversa a los ojos de los hombres. Ella encerró a la jovencita de largas trenzas doradas y mechones rojos en una torre sin puertas ni escaleras. La ingresó a la misma utilizando una grúa komatsu, y por medio de una polea y un balde levadizo solía alimentarla.

La muchacha se entretenía silbando y cantando todo el día, y los vendedores ambulantes solían mirar la elevada ventana de la torre, curiosos de las melodías que escuchaban. Un día, por aquellos alrededores se encontraba caminando una anciana llamada ‘Lita’1. La anciana era un ama de casa que buscaba los mejores precios y la más alta calidad de los productos en los negocios que visitaba. En caso contrario de no hallar uno y otra cualidad, prendía fuego el establecimiento, apaleaba a los trabajadores dentro, y se justificaba frente a los medios de comunicación, diciendo que su accionar debía ser agradecido, porque liberaba a la sociedad de la lacra.

En una oportunidad, dicha anciana contempló el procedimiento que la farmacéutica utilizaba para alimentar a la joven. Al comprender el sistema, esperó el día siguiente y la hora pertinente en que la torre estaba completamente solitaria. Desde el exterior, lanzó un par de guijarros contra la ventana de la fortaleza, provocando que la joven se asomara por la misma.

- ¡Muchacha!, Encontré estas manzanas en el norte del país. Estaban a excelente precio y parecen de buena calidad. ¿Quieres una para probar? Mañana pasaré por aquí para saber qué te ha parecido.

- ¡Oh! ‘taría bueno, porque el guiso de la farmacéutica no me llenó el bagre2, ¿viste? – respondió escupiendo a un costado.

Y utilizando el mismo método de siempre, la joven lanzó el balde cuya soga atada pasaba por una polea. La anciana cargó el mismo con una deliciosa y roja manzana, y se despidió de la muchacha.

Raspanzel contempló la manzana, y la engulló de inmediato, chupándose los dedos ante su completa ingestión.

Cuando la tarde caía, la joven comenzó a sentirse mal. Sus vísceras se retorcían, su cabeza daba vueltas, y fue víctima de un fuerte hipo. En ese momento, un grupo de siete mineros, atraídos por los sonidos que emitía la muchacha, se había agolpado al pie de la torre, gritando al unísono: -¿Te ayudamos?

La joven miró mareada por la ventana a aquel grupo de hombres, pero su equilibrio falló, y terminó cayendo. Los mineros al pie de la torre, sujetaron caballerosamente a la joven, aprovechando a manosearla un poco, apelando a la peligrosidad de la situación.

- ¡Eh loco! ¿Qué tocan? ¿Quienes son ustedes? – cuestionó Raspanzel hipando, quien ya sospechaba que la manzana ingerida hacía horas atrás estaba fermentada.

- Somos tus amigos – gritaron al unísono

- ¡Ah! – con un esfuerzo suspiró y se desmayó redondamente.

Cuando Raspanzel despertó, se encontró dentro de una choza, en medio del bosque aledaño a su torre, con un minero intentando besarla para despejarla de su trance, mientras que otros dos peleaban, convertidos ya en sapos.

La muchacha, rápidamente, empujó al minero que intentaba besarla, y corrió fuera del bosque, elevando en su carrera una serie de improperios al aire.

En busca del camino de regreso que la llevara a su torre, la muchacha encontró a una mujer madura, que a pesar de serle desconocida, poseía rasgos familiares.

Se acercó con recelo, y la miró en el silencio lúgubre del momento, recibiendo como respuesta una mirada cansada de parte de aquella madura mujer, que lentamente se llenaba de lágrimas mal contenidas.

De entre los eucaliptos y abedules, apareció una orquesta de violines, que decoró el momento.

- ¡Hija! – gritó la señora, que no era nada más ni nada menos que aquella que había entregado a Raspanzel a la farmacéutica.

- ¿Vieja? – Respondió Raspanzel

Y sin decir más nada, se lanzaron en una carrera de pocos metros que finalizó en un choque plástico, eliminando para siempre de sus vidas el karma constante de aquel momento lineal, heredado generación tras generación.

Luego del abrazo y las lágrimas, Raspanzel contempló a su madre, y observó que llevaba una canasta pesada. Como resignada y obediente prole que era, se ofreció a ayudarle con tal carga.

- ¡Hay! ¡Qué buena hija sos! ¿Sabés? ¿Por qué mejor no llevás vos esta canasta con tequila, whisky, caipirinha, ron y coñac a tu abuela, que vive al final de esta senda de tierra? Agarrá por este camino, porque es más seguro, aunque también más largo. Yo dejé la ropa colgada y no quiero que se moje con el rocío. ¿Me hacés la gauchada3?

- ¿Está enferma la abuela? – preguntó Raspanzel angustiada.

- No. Tu abuela es barman, y necesita insumos.

Así que la obediente Raspanzel caminó obsesivamente por la senda indicada, optando por seguir las curvas caprichosas del sendero, sin atreverse a cruzarlas en línea recta.

A mitad del camino, se encontró con una sede del gremio de leñadores, dónde éstos discutían si realizarían o no el paro estimado para la semana próxima. Raspanzel siguió su camino, cruzándose con un leñador que dejaba la congregación y se dirigía por una senda similar a la de ella.

- ¡Te voy a abrir en dos para llenarte de piedras, mamita!– le chifló el libidinoso trabajador, provocando que Raspanzel, tras una mueca de disgusto acelerara el paso.

Tras dos horas de caminata, finalmente Raspanzel llegó a una cabaña, con un cartel de neón en la entrada, cuyas letras rezaba, ‘Final de la senda – Restó Bar y Fiestas privadas’.

Golpeó varias veces la puerta, pero sólo escuchaba quejidos intermitentes y lamentos. Temerosa de que un lobo estuviera engullendo a su abuelita, abrió con heroica actitud la puerta.

- ¡Alto!- Gritó.

Su presencia tuvo el efecto deseado. Todos los miembros de la orgía que se estaba llevando a cabo, detuvieron sus acciones. Raspanzel contempló a cada uno de ellos con estupor. Allí estaba el lobo del pastor mentiroso, seduciendo a la hermanastra de cenicienta. Cenicienta besando profundamente a una oveja, el lobo de los tres chanchitos acorralando contra la pared al ratón Pérez y la abuelita con el leñador que se encontraban sobre el mostrador de bebidas, ambos en paños menores.

Raspanzel se acercó a su abuelita, mirando con recelo al leñador.

- ¿Pero qué hacés con mi abuelita, flaco?

- No creo que necesites una mejor explicación

- Si te crucé en el camino, ¿Cómo llegaste más rápido que yo?

- Usé el mejor atajo

- ¿Pero por qué....

- ¡M’hija! ¿Trajiste las bebidas? Entonces no molestes con tanta pregunta. O te unes o te vas – interrumpió rápidamente la abuelita, agarrando del cuello al leñador, y girando con él para caer detrás del mostrador.

- ¡Eh! ¡llegó el chupi5, loco! – gritó la hermanastra de Cenicienta, mientras se arreglaba la falda, y caminaba en dirección de la canasta.

Raspanzel contempló cómo la gente allí presente comenzaba a beber cantidades ingentes de las diversas botellas alcohólicas, y lentamente el ambiente se caldeaba más de lo que ya estaba. En el momento en que salía de la cabaña, cenicienta se le acercó con una sonrisa ebria en su rostro, y las mejillas sonrojadas.

- Linda, ¿me das una mano? – hipó suavemente. Raspanzel sólo elevó una ceja, contemplándola con recelo. - Me olvidé de limpiar los pisos de arriba, en la casa de mi madrastra. ¿No te molestaría hacerlo por mí?, llegaré tarde esta noche. Y bueno, te pagaré con condones para que puedas saldar la deuda que tienes con la farmacéutica.

- ¿Y vos como sabés eso de mi vida? – preguntó asombrada

- Todo el mundo lo sabe. ¿No ves los programas de chimentos de las cuatro de la tarde?

- Esta bien, voy a limpiar esos pisos – aceptó, luego de salir de su asombro.

- Te los enviaré a domicilio. Vete a tu casa luego de limpiármela. Mi casa, digo.

- ¡Joya!6 - respondió aliviada, y rápidamente abandonó el lugar que pronto ardería.

Raspanzel caminó en dirección oeste, para cumplir su trato con cenicienta. Se tomó el colectivo sesenta, y a los pocos minutos de viaje llegó a la fastuosa mansión. A medida que se acercaba al lugar, podía divisar en la distancia a una persona sentada en el porche. No sólo divisaba la figura humana, sino que a la vez podía distinguir en el aire un aroma propio de los puertos o de los basureros. No podía distinguir uno de otro.

Cuando se acercó a la puerta, encontró a un joven bellísimo, que abrazaba una cola de pescado del tamaño de un tiburón.

Raspanzel se le acercó sin disimular su rostro retorcido en asco.

- ¡Che pibe!, ¿Te puedo ayudar en algo?

- ¡Oh! ¡Triste condición la mía!, ¡he perdido al amor de mi vida! Calzaba esta cola de pescado, ¿vos acaso la habéis encontrado?

- Mmn…No creo, ¿hace cuanto la buscás?

- Hace un mes

- ¿Y nunca pusiste eso en la heladera? – señaló la gran cola de pescado en cuyo extremo cortado se depositaban varias moscas verdes.

- Es que es parte de ella, comprenda doncella. Tener conmigo esta cola de pescado es como si ella estuviera a mi lado.

- ¡Bue!... andá al sur. Por ahí me pareció ver una mina4 que se arrastraba con las manos y se dirigía a la sede latinoamericana del programa ‘Aunque usted no lo crea’. – mintió Raspanzel, producto de la irritabilidad que ya experimentaban sus ojos por causa del hedor. Quería deshacerse del joven lo antes posible.

Y así, el muchacho emprendió su viaje, liberando la entrada de la mansión de tan desagradable olor.

Raspanzel ingresó al establecimiento, y lo primero que halló fueron bollos de papel por todos lados y el suelo cubierto de una espesa capa de tiza blanca. Entonces recordó que la malvada madrastra de cenicienta era una perversa doctora en matemáticas, y pasaba horas y horas del día confeccionando los más retorcidos ejercicios para sus alumnos, con el único fin de frustrarlos y hacerlos humanos débiles y miedosos para con la materia.

Sin interrumpir los cálculos de tan malvada mente, Raspanzel se dirigió a los pisos superiores, y realizó la tarea encomendada, no sin suspirar con nostalgia al recordar su solitaria torre, en donde no solía hacer nada más que silbar y cantar.

Cerca de las doce de la noche, Raspanzel terminó los quehaceres de la mansión e intentó regresar a su torre, pero al salir, encontró nuevamente al joven que en la tarde había estado sentado en el porche.

- ¡Eh! ¡Vos de nuevo! ¿Qué te pasó?

- Oh, joven muchacha, al sur he ido, vuestras palabras he seguido. Pero que regrese a este lugar me han respondido, pues la doncella de aquí, las cosas pierde muy seguido.

- ¡Pero no calza una cola de pescado!

- ¡Oh! ¡Que triste el destino mío!. ¡Salvado por mi amor, pero ahora perdido! ¡Cual gladiador herido, estoy rendido a mi destino!, ¡mi dulce amor tan bien amado, no deseo quedarme abandonado! – comentaba el joven, mientras frotaba su mejilla contra la cola de pescado que abrazaba. Rapanzel, aún sin perder el asco, se compadeció del muchacho.

- ¡Bue!, ¡Cerrá el pico que hablás raro!. Mirá, te voy a llevar al norte. Se dice que allí vive el Mago de la Hoz y el Martillo, que da la respuesta a todos los problemas de los peregrinos que lo visitan.

- ¡Oh! Llevadme hasta él, bella joven.

- Buen, vamo’. Por cierto, ¿cómo te llamás?

- Soy Eric, el joven heredero al trono de los países del este, que en un naufragio su vida casi pierde, pero su amante que en las profundas aguas habitó, demostrando su benévola existencia salvó.¡Oh, triste destino el mío, como extraño al amor mío!

- ¡Uy, que pesado!... largo viaje será – suspiró Raspanzel resignada.

Y así emprendieron el camino hacia el norte.

Sin embargo, la tranquilidad no habitaría permanentemente en su caminata. Al llegar a las fronteras del primer pueblo del norte, fueron rodeados por un malón7 de ratas. Estaban completamente paralizados, cuando un joven flautista apareció de entre las sombras que propiciaba la noche de luna menguante.

Era el flautista de Hamelin, el traficante más importante del norte. Utilizaba las ratas como ‘mulas’8 entre las fronteras. Preparaba bolsitas compactas de cocaína envueltas en plásticos y vinilos, y se las hacia tragar a sus cómplices, junto con antiácidos. Las ratas pasaban de esta forma la mercancía de una frontera a otra. Sin embargo, dentro de la comunidad roedora había un pequeño círculo de intelectuales (donde destacaban Speedy Gonzales y Jerry Thomson, ambos premios novel roedoril de la paz) que proponían desde hacía tiempo una rebelión. Miles de ellas morían en este abuso que ejercía el flautista, ya que algunas cápsulas reventaban en el interior de las ratas, generándoles sobredosis fatales e instantáneas. Sin embargo, los pequeños intentos de rebelión eran siempre reducidos por los efectos de la melodía del flautista.

Las ratas inservibles al proceso de ‘mulas’ (por exceso de ácido estomacal u otros) eran utilizadas en las fronteras como grupo de ataque a forasteros, a los cuales robaban sus pertenencias y las vendían en el sur.

Esa noche, Raspanzel y Eric habían encontrado al temible flautista de Hamelin.

El siniestro hombre se acercó a los jóvenes, y los comenzó a tantear para quitarle sus pertenencias, mientras sujetaba su flauta con agresiva actitud. Sólo pudo arrancar un par de pelos de Raspanzel, confundiéndola con Ricitos de Oro, pues quería venderlos en el oeste. A Eric intentó quitarle el medallón que era prueba de su linaje, pero el elemento tenía tan fuerte hedor que prefirió dejárselo al dueño, ya que era imposible de vender.

Frustrado por no haber podido obtener nada de los forasteros, dio la orden de que las ratas se alimentaran de ellos, ante lo cual Eric se arrodilló a los pies del flautista, y desbordado de lágrimas explicó por enésima vez la triste historia de su destino. Raspanzel sólo negaba con su cabeza en silencio, prefiriendo ser devorada por las ratas a ver el patético espectáculo del príncipe.

- ¡Oh! Tu historia es tan triste. Me recuerda a la mía. – suspiró el flautista, abandonando su actitud altanera. Raspanzel y Eric lo miraron instándole a proseguir con su relato. – Yo tenía una novia que me amaba mucho, pero odiaba mis ratas. Era ratafóbica, y no supe entenderla. Se casó con Alicia en Holanda, y se fueron a recorrer un mundo de maravillas. Me dejó aquí, en Hamelin. La soledad me volvió tirano con las personas y con mis ratas. Creí que ellas tenían la culpa, pero ahora veo que no. A ti te ha dejado por la misma razón.

- A mí no me ha dejado... ¡Se ha perdido!.

- Por favor, muchacho, ¡sólo huélete un poco! – regañó al príncipe Eric con el ceño fruncido. Luego miró a sus ratas – ¡Pequeñas!. He sido un tirano, les doy la libertad. Buscaré mi redención, y seguiré el camino de estos forasteros. ¡Deseo que el Mago de la Hoz y El Martillo me guíe a la salvación!

De esta forma, el flautista de Hamelin se unió a Raspanzel y Eric.

Caminaron por varios días y varias noches. Utilizaron el tren San Martín para acortar tiempo, pero además de viajar colgados de los barrales de los vagones, descubrieron que llegaban más rápido a pie que en tal medio.

Cerca del quinto pueblo en dirección hacia al norte, hallaron durmiendo bajo la sombra de un árbol a un hombre completamente desnudo. Los tres jóvenes contemplaron al hombre que sólo vestía una corona y un círculo rojo tachado en igual color, sobre sus partes más comprometidas.

Mientras Raspanzel inspeccionaba al curioso hombre, éste despertó súbitamente, asustando a todos por la actitud imprevista.

- ¿¡Que estáis mirando vosotros!?- cuestionó en voz alta el hombre – ¿¡Os queréis robar el traje del rey!?

- ¿¡Que traje!? ¡Si estás en pelotas! – replicó Raspanzel haciendo un gesto futbolero.

- ¡NO! ¡cómo os dirigís así a un rey! Mi traje sólo puede ser visto por los más inteligentes. Estoy en búsqueda de la modista que ha confeccionado este finísimo traje. Mi sastre me confesó que era producto de una dama del norte, que aplastada por una casa, sus medias enroscadas no le permitieron despertar jamás.¡Ella tiene que despertar y coser el jirón que tiene este traje! ¿¡Véis que es pronunciado!?

- ¿Ah? ¿¡y dónde está el jirón!? – preguntó Raspanzel

- Ahí, ¿¡no lo ves!? – dijo con petulancia el rey

- Bue... jironcito, vamos.... – contestó elevándose de hombros – nosotros vamo’ pal norte, a ver al Mago de Hoz y Martillo ¿Te unís?

- Os acompañaré.

Y continuaron su camino. Luego de atravesar dos pueblos más, finalmente llegaron al pueblo de ‘la dama que dormía porque se le habían enroscado las medias’. Preguntando por doquier, el rey finalmente encontró a la joven doncella, que dormía hacía décadas. Por lo que parecía, no era ni bella ni doncella. Y no dormía eternamente. Los días de humedad sus medias se desenroscaban, y resucitaba aliviada. La mujer, llamada Aurora, cada vez que despertaba se volcaba a la bebida y consumía opio ‘pinchado’, suministrado por el huso con el que trabajaba.

El rey, al exigir sus servicios, no había conseguido más que una afirmación en estado alucinógeno de la mujer, y conforme con tal respuesta, se había decidido a quedar con ella hasta que finalizara de arreglar el jirón. Aurora, en estado de ebriedad, sujetaba telas imaginarias, y le explicaba al rey cómo confeccionaba tales trajes, utilizando para ello un hilo que obtenía del opio.

Raspanzel, Eric y el flautista regresaron de inmediato a su camino en búsqueda del Mago de la Hoz y el Martillo, considerando que tanto el rey como Aurora no tenían remedio.

Al finalizar el sendero delineado por las baldosas, se encontraron con un extenso paraje de árboles resecos y oscuros, y el ambiente en general presentaba un color grisáceo, haciéndolo lúgubre. Mientras proseguían con su camino, un quejido les heló la sangre. Escucharon sonidos huecos, y luego de un rato, las sombras de los arbustos aledaños se movieron para mostrar la presencia de un lobo que caminaba con pesar.

Era el lobo que había sido cosido con 15 kg de canto rodado. Su vida había sido arruinada por un vil leñador que implementaba una dudosa pedagogía. No sólo el caminar del pobre lobo había sido afectado, sino que su salud en general se había deteriorado. Tenía problemas estomacales, gastritis y estreñimiento. Por falta de ejercicio, había desarrollado sobrepeso, que no ayudaba a su movilidad, y se había vuelto diabético. Ninguno de los médicos del sur que lo habían visto quería hacerse cargo de tan duro caso. Ya no tenía ganas de vivir, y luego de tres intentos de suicidio, una anciana le había relatado sobre la fama de aquel mago del norte, que para todo caso tenía respuesta. Hacía tres años que había emprendido el viaje, pero su peso lo limitaba tremendamente.

Raspanzel reconoció de inmediato al afamado lobo, y compadeciéndose con él, le invitó a compartir el camino con el grupo, en dirección a aquel hombre que daría la respuesta correcta a cada uno de ellos.

Caminaron por tres pueblos más, esta vez a pie, porque el tren San Martín entre los suicidios, las máquinas averiadas, las quejas de los usuarios y el paro del gremio resultaba ser comparable a la lenta caminata humana.

Finalmente llegaron a la morada del gran Mago de la Hoz y el Martillo. Lo primero que observaron de su gran castillo fue el puente levadizo que tenía dibujado sobre él una paloma blanca, con un corazón a su fondo, sobre el cual se tatuaba una hoz y un martillo.

Apenas registró la presencia de movimiento, el sensor instalado en las afueras, hizo que el puente descendiera.



Dentro se escuchaba el sonido de un suave gospel en portugués.

- A gente está frente ao Mago da Hoz e o Martelo, ¡Eu sou o mais grande do mundo! O mago mais importante dos tempos. ¡O senhor, nossa guía, os enviou até mim, pra que eu fale pra a gente com a verdade! Aleluya, gloria a nosso senhor.

- ¡Worale! – dijo Raspanzel sorprendida.

- Señor, soy el lobo, y estoy buscando mi cura. Un leñador bellaco me abrió la panza y me llenó de piedras, cosiéndome a posteriori pertinentemente. Tengo la salud destrozada por su causa, y ningún médico me quiere tratar. Necesito una cura. Y luego, un abogado para iniciarle una causa por abuso deshonesto y práctica ilegal de la veterinaria.

- ¡Oh! Nos têmos como o nosso fiel a un patinho que é legau. O galera têm o dom da medicina e da advogacia. Ele era desprezado pela gente por sua fealdade, mais agora é un reconhecido doutor que é totalmente respeitado. Fale pra ele que eu te mando, e ele fará desconto. Ele vivê no oeste. Nâo sâo mais de dois horas a pé. Vê con Deus. ¿Número cincuenta e sete?

- ¡Ah! ¡Yo!, soy el flautista de Hamelin, y he cometido atrocidades con mis ratas y los forasteros. Vengo a redimirme. ¿Qué debo hacer?

- ¡Oh! ¡Você está em pecado! Venha con nosco, a se-curar da suciedade que têm seu corpo. Fázase fiel da nossa igreja.

- ¿¡Iglesia de que!?

- ¡A universal! A mais grande igreja do mundo. Até os chinos têm sédes nossas.

- ¡Vaya! Impresionante

- Seja um de nois, y veja a beleza de nosso senhor, que tudo o que toca purifica (e preña, certamente)

- Bien!. Me uniré a ustedes, quiero mi redención.

- Perfeito. Agora pase pela proxima sala, que a secretaria lhe fará firmar algúms papeles, e têm que abonar o aranzel da matrícula. Mais que nada è gastos de bautismo y outros. Nada pra se-preocupar. ¿numero cincuenta e oito?

- ¡Oh! Yo, que sufro el triste destino mío. Una princesa que las agua habitó, de un naufragio mortal me salvó, pero su paradero he perdido, y sólo su cola de sirena he conseguido. ¿Dónde hallaré a la dueña de esta cola, que mi corazón su regreso implora?

- ¡Oh! A menina está com nossco. Ela vinho com nossa igreja, dizendo que fugia de um sátiro de cola de pescado, e por isso mesmo, nós a ajudamos, mais ela foi bendecida pela graça de nosso senhor, e está esperando ao messias.

- ¿Que? ¿Y el padre... es?

- O nosso senhor, certamente. E você ha vido até aquí pra se-bendecir com a missâo de ser o novo ‘José’ da nossa igreja. Você vai têr que sostener a menina y educar a seu filho como si fosse o seu. ¿Voce vai a aceitar a proposta unica que o nosso senhor têm pra você?

- ¡Oh! ¡Mi amada Ariel!

- Em... bôm, você pode chamarla asim... mais... nâo é Ariel....

- ¡Mi amada se llama Ariel! - exigió

- O senhor lhe-trocou o nome. A graça divina nâo pode ser nem comprêndida, nem questionada. ¿número cincuenta e....?

- Naaa, yo me rajo9 a mi casa. Basta por hoy. – dijo Raspanzel indignada, abandonando el salón de la iglesia universal

Así, el camino compartido con sus amigos finalizó y comenzó su viaje de regreso a su querida torre, de la que había preferido no salir nunca. Como el camino era largo, decidió descansar en las inmediaciones del bosque más próximo, pero la peligrosidad allí era considerable, por lo que optó por llamar a una cabaña que se veía en el claro del bosque. Golpeó tres veces la puerta, pero ingresó al no recibir respuesta. Encontró una mesa servida con tres platos.

Probó el más pequeño, pero lo encontró frío. Probó el más grande, pero hervía aún, así que terminó comiendo el plato de sopa mediano, mientras se enfriaba el más grande, y se calentaba el más pequeño que había puesto sobre la hornalla de la cocina. Cuando terminó de comer, Raspanzel se calzó unas pantuflas medianas de color rosa que encontró por ahí, y leyó el diario que estaba doblado arriba de la mesa, mientras fumaba plácidamente un habano que había al lado del periódico. Luego de leer las noticias más sensacionalistas, fue a la cocina, y sacó un poco de queso de la heladera. Se preparó un sándwich, que devoró acompañado con cerveza mientras jugaba con la Nintendo 64 ® que estaba conectada al televisor del salón.

Cansada por la larga travesía, y adormecida por la buena comida, se dirigió al primer piso de la cabaña y se recostó en la cama más cómoda, donde sucumbió al sueño de inmediato.

Cuando los habitantes de la casa, una familia de osos, regresaron de su paseo vieron el peculiar desorden del salón.

- Mis pantuflas no están, ¿quién se las ha llevado? – preguntó la mamá osa.

- Mi habano no se encuentra, ¿quién se lo ha fumado? – cuestionó el gran oso papá, mirando con indignación el titular del diario que daba cuenta de la derrota de Boca

- ¡Yo no dejé en este nivel al Shadowgate! ¿¡Quién me lo ha adelantado!? – lloró el pequeño osito.

Reconociendo la situación de peligro, mamá osa inmediatamente llamó al 91110, mientras el papá oso tomaba una cuchilla carnicera de la cocina, y caminaba sigilosamente hacia el piso de arriba. Los ronquidos prominentes que salían de la habitación le indujeron a sospechar que se trataba de un orco o un troll, por lo que le susurró a mamá osa que tomará al osito, y salieran de la casa con rapidez. El osito comenzó a llorar porque abandonaba su Nintendo 64 ® a disposición de aquel usurpador.

A los pocos minutos siete patrullas de la policía bonaerense11, el grupo GEO12 y un móvil de Crónica TV13, rodeaban la casa. Los cronistas inmediatamente entrevistaron a mamá osa, preguntándole qué era lo que estaba ocurriendo dentro de la casa, mientras los camarógrafos focalizaban en primer plano al osito llorando a gritos.

Dentro de la casa, papá oso ingresaba a la pieza, apretando el cuchillo en su puño elevado, pero quedó paralizado ante la belleza de Raspanzel, y llamado por el instinto de macho, se enamoró en ese momento y buscó romper el embrujo besándola.

Ya los policías en el exterior de la casa anunciaban por los altoparlantes que se rindieran los secuestradores, pues suponían que papá oso había sido víctima de ellos, mientras que crónica TV seguía enfocando en primer plano al osito llorando y de fondo la casa con los efectivos rodeándola.

Las placas rojas de Crónica TV anunciaban fatalmente:

USURPACIÓN Y SECUESTRO EN BOSQUE PRÓXIMO, UNA FAMILIA DESTROZADA.

Sin mayores pérdidas de tiempo, la policía ingresó en la casa, y derrumbó la puerta de la pieza, encontrando a Raspanzel y papá oso en una situación incómoda. El fiscal que apareció en ese momento alegó que papá oso resultó ser el autor de un auto-robo, y su cómplice era su amante, con la que quería escapar.

El escándalo cayó sobre la familia de osos y la vida de Raspanzel.

Los efectivos sacaron a papá oso de la casa esposado, y los cronistas de televisión preguntaban a gritos sobre lo ocurrido, obteniendo como única respuesta del gran oso un concreto: -soy inocente!

Raspanzel también salió de la casa rodeada de policías, y esposada, con el rostro cubierto por sus trenzas enroscadas para proteger su identidad de la prensa, al ser menor de edad.

Antes de que el patrullero se llevara a papá oso a la comisaría del distrito, su esposa se acercó, y le escupió y maldijo al pasar. El osito siguió llorando y un móvil de Chiche Gelblung14 invitó a mamá osa al estudio de televisión para dar su versión de los hechos.

Papá oso terminó procesado en menos de un mes por el descubrimiento de negocios turbios relacionados con el contrabando de animales.

A Raspanzel, por ser menor de edad, las leyes la ampararon y por la tarde del día siguiente quedó en libertad.

Cansada de los inconvenientes, Raspanzel retomó su viaje interrumpido con paso aún más acelerado. Ya en las inmediaciones del bosque que rodeaba a su torre respiró animada. Desde lejos podía divisar la cúpula brillante y corriendo, tomó el balde, se metió dentro, y tirando de la soga ella misma, se elevó hasta la ventana, pensando implementar un sistema de escaleras automáticas para el año próximo.

Todo parecía regresar a la normalidad, hasta que un día apareció un joven en una grúa komatsu que tenía una larga escalera. Era el ‘Príncipe Rojo’, bombero de la seccional del sur que la había visto andar en compañía de sus amigos por los bosques próximos, y se había quedado completamente enamorado de la belleza de la muchacha. Heroicamente, desde el extremo más alto de la escalera, el gallardo caballero le pidió matrimonio a Raspanzel alegando que la rescataría de la monótona torre y que con él, ya no tendría que temer al mundo exterior.

Raspanzel lo miró fijamente a los ojos. Un silencio se sostuvo en los minutos, hasta que la muchacha tomó el baldecito que siempre usó como medio para elevar su comida, y lo ensartó en la cabeza del joven bombero, provocando que éste cayera desde aquella altitud a un baldío de cardos y ortigas, que afectaron sus ojos para siempre15.

A unos metros de distancia, se encontraba la farmacéutica, que vio todo el espectáculo con asombro.

- ¡Y si querés salvar a alguien, salvá a tu abuela! - Raspanzel dejó oír sus improperios mientras el príncipe se levantaba del suelo hecho una tragedia humana al darse cuenta de su ceguera.

Usando la escalera de la grúa, Raspanzel bajó para hablar con la farmacéutica.

- Raspanzel, ¿que ha ocurrido
- ¡Me harté! ¡No quiero saber más nada de príncipes. Yo sola puedo hacer muchas cosas, y lo único que quiero ahora es tener paz, pero no se puede! Hay que soportar a estos tipos que molestan todo el día, y que piensan que sólo quiero escuchar propuestas de matrimonio, como si mi mayor meta fuera la de criar sus engendros. ¡Quiero estar sola y en paz!

- Oh, lo sabía. ¿Ves? ¿Entiendes la razón por la cual te he encerrado allí? Has aprendido que puedes hacer todo sola, sin esperar pasivamente que la suerte esté a tu favor. ¡Fíjate nomás! A mí por eso me llaman perversa. ¿te parece justo? – rezongó con un rostro insulso y resignado

- ¡Qué barbaridad!, por cierto, dentro de un par de días tendrás el pago en condones que tienen mis padres como deuda. Estarán a nombre de cenicienta, así obtendré mi libertad.

- ¡Al fin! – sonrió la farmacéutica sin mayores inconvenientes.

- ¡Rayos! ¡No me pueden hacer esto! – gritó el príncipe que había sido totalmente ignorado. – ¡Les iniciaré una demanda legal con el Doctor Patito Feo por abuso de Príncipe! ¡Ni nombre me han dado, y aparezco al final del cuento con un mísero texto! ¡Soy de alto linaje, no me pueden tratar así!

Raspanzel y la farmacéutica se miraron inmutables, y levantaron sus hombros. En ese momento apareció una bella joven que decía buscar a la bestia de su marido, el cual no se quería hacer cargo de los gastos de manutención de su criatura. La farmacéutica miró la cosa que arropaba la joven, y sólo vio un humanoide peludo con colmillos de tigre dientes de sable. Raspunzel simplemente señaló sin disimulo al Príncipe Rojo.

La bella lo reconoció enseguida, y sujetando a su niño con una mano, y un palo con la otra, persiguió a su marido a gritos:

-¿Te parece bonito!? ¡Conmigo no te depilabas ni el bigote, y ahora te hacés pasar por bombero lampiño! ¡Degenerado! ¡Sin vergüenza!, ¡Canejo! ¡Te voy a romper el hocico a palazos!, ¡menudo ejemplo le das a nuestro hijo!

La pareja desapareció en la lejanía, y Raspanzel entendió la importancia de no hacerle caso a los cuentos infantiles, a ser una mujer independiente y activa, y conmovida por la posibilidad de extinción, instaló un refugio de perdices.

Fin.

NOTAS

1-Lita: Lita de Lázari. Condutora mayor de televisión que busca fomentar en las amas de casa argentinas el caminar como medio de búsqueda de mejores precio y calidad en los productos hogareños. También se la conoce por querer fomentar ideologías de la dictadura en estado de democracia, sin éxito, por suerte.

2- Bagre: lunf. Estómago.

3- Gauchada: lunf. Favor

4- mina: lunf. Mujer

5- Chupi: lunf. Bebidas

6- Joya: expresión juvenil que equivale al OK, está bien.

7-Malón: lunf. Mucha cantidad de entes vivos. Generalidad para manada, cardúmen, jauría, etc

8- Mulas: Término utilizado en la jerga de traficantes para este tipo de transporte de cocaína.

9-Rajar : lunf. Salir corriendo (run away)

10- 911: teléfono de seguridad por cualquier caso de peligro

11- La bonaerense: La policía de Buenos Aires se divide en federal (que pertenece a Capital Federal) y la bonaerense (que pertenece al resto de Buenos Aires y que tiene la fama de ser más corrupta que la Federal)

12- grupo GEO: Grupo Especial de Operaciones de la policía.

13- Crónica TV: canal de televisión de cable que se caracteriza por ser sensacionalista al 200%.

14- Chiche Gelblung: periodista argentino caracterizado por su amarillismo y sensacionalismo al 500%

15- Ceguera del Príncipe: Conste que el cuento original de Rapunzel es la bruja quien lo deja ciego por que el chaboncito16 cae sobre unas espinas. No es sadismo por placer. Sólo me apego a los hechos. :P

16- chaboncito: diminutivo de Chabón: lunf. Chico, tipo

3 Oscuridades:

Frey dijo...

Está genial el cuentito!

Felicitaciones!

sauldillos!

Frey dijo...

Me cansa, eso de dar argumentos en otros blogs de lo que es discriminación. Supongo que les voy a mandar a que lean los cuentitos. Así se dan idea de lo que piensa alguien que sí sabe.

Saludos, besos *muak* y abrazos!!!

Anónimo dijo...

Jiiiiin!! ^^ Cada día me sorprendes más XD Me puse a sacar momentos espléndidos del relato, pero es que acabé copiándolo casi entero XD El fanart te ha quedado de vicio, y esa Raspanzel macarra... me encanta XD
Los de Disney deberían leer esto y avergonzarse de las porquerías que llegan a hacer tragar a los pobres e indefensos niñitos. Creo que le contaré este cuento a mis sobrinos, a ver qué pasa ^__________^

Bechitos, wapa! ^3333^