Conociendo las profundidades de la superficie.

23 de mayo de 2007


En fin. Cambiando finalmente la temática de este blog, para que no crean l@s desprevenid@s que esto es tan oscuro, comentaré con brevedad, algunas maravillas de la industria yankilera, que nos tragamos diariamente, guste o no nos guste.

Esta entrada del blog, se la dedico a mi querido Alfredo, para que vea, que en realidad, no siempre escribiré sucumbiendo a los instantes de trance, y que aquello que parece muy serio, en realidad, es absurdo, pero que al estar escrito con palabras difíciles se nota menos.

Hoy, definitivamente, me desahogaré de tooooda la basura que se suele ver por ahí.

Bien. ¿ Adónde apunto con esta presentación?. Nada más ni nada menos que al mercado cinepatológico que sufre el mundo como si de una pandemia se tratase.

Oh, sí. Desde pequeña deseaba ver cosas de acción, artes marciales, personas de fuerte carácter luchando por un ideal, siendo nobles cual Helio, y superando las circunstancias adversas sin cortar la cabeza de un ajeno o sin aproximar el seno de un ángulo por el ángulo mismo.

En fin. En mi estúpida ingenuidad, siempre caía en las mismas películas: Mel Gibson, Jean Claude Van Dame, Steven Segal, Jet Li, etc... – y otros más que apenas reconozco de rostro, y que por suerte, mi mente ha olvidado sus nombres –

Definitivamente, hoy en día, al ver un pedazo de esas películas que los canales de aire se empeñan en repetir mes tras mes – sí, ya no esperan siquiera un año – y no obstante, siguen promocionándolas como ‘estrenos’, me hacen tener súbitos momentos de memoria de aquella simple y reiterativa trama.

Oh, si. ¡Cuánta genialidad en aquellas tramas!.

Todo comienza cuando el héroe del momento, pierde a su hermano, le matan la mujer, castraron a su gato, o busca venganza por la muerte de un amigo. Aquí las variaciones de argumento, ‘siempre’ resultan descabelladas. El buen hombre, luego de análisis internos, de reflexiones profundas, de una lucha encarnada entre su lado vengativo y su naturaleza piadosa, decide ingresar a una mafia, entrenarse para un torneo sangriento, o bien, se peina con un buen gel, ya que, en las próximas horas, las luchas le despeinarán, y eso NUNCA sucede – vean a Steven Segal si no lo creen - .

Luego de alcanzar el nivel de super sayayin 6 x 1023 (ya sea entrenando, comienzo pizza, o peinándose), emprende su camino/destino. Siempre, en algún momento de esa larga caminata en búsqueda de su enemigo, el protagonista se encuentra con una dama. SIEMPRE. La dama nunca es fea, es menor de 30 años, y le encanta ser una especie de guerrera en bikini, porque es así: no hay ropa más cómoda que una bikini para pelear, para rescatar un novio secuestrado por los Yakuzas o hackear un banco internacional – aunque hay que reconocer que esto último es bien accesible en bikini –

Luego de que el protagonista de la película y la dama se encuentran, se retan a un duelo sexista, donde siempre termina el hombre acorralándola contra la pared, ambos personajes, se dirigen hacia el enemigo – que para ese entonces, ya sabemos que la dama quiere freír al mismo enemigo que el protagonista, o si no lo quería hacer, ya poco le importa hacerlo o no, pues el encanto del protagonista puede más que cualquier ideal, convicción o algo que se le parezca –

Continuando con esa caminata, donde matan gente a troche y mote – sin olvidar el sentido de humor tan realista de los protagonistas con el que siempre suelen decorar las peleas más sangrientas – se encuentran con el imbécil de la película. Sí, un tremendo estúpido, que siempre, resulta ser tan o más inteligente que el mismo protagonista. Y es que es así, la estupidez es la que alarga la vida. El protagonista puede intentar descifrar un enigma en el centro mismo del laberíntico pasaje que le llevará a su enemigo, pero no lo conseguirá, hasta que el imbécil del grupo, luego de romper una palanca, tirar café sobre el teclado, o cortar un cable por simple decisión del ‘de tin marin de don pingüé’, resuelva con la mayor elementalidad y suerte, el problema en cuestión.

Luego proseguimos con un viaje más o menos estándar. El imbécil intenta una burda conquista de la dama, que obvio, rechazará con repugnancia, porque el protagonista, es el protagonista, él no se despeina cuando pelea, el imbécil, sí.

Podemos encontrar persecuciones eternas, que no tienen más sentido que una sucesión de paisajes, personas corriendo, y algún perro pateado, que nunca nadie ve. La carrera puede continuar en autos, que desafiando cualquier principio del sentido común – ya no pidamos de la física, mecánica u otras – salen volando, caen, giran cuatro veces sobre sí mismos, aceleran en autopistas en donde todos los autos están equiespaciados, atraviesan casas, andan en dos ruedas por callejones de casi la mitad del ancho del auto... en fin... que luego de toda esa persecución, al finalizar, los tres ‘aventureros’ bajan del mega-coche para contemplar el caos generalizado, y soltar con el mejor de los humores chistes del tipo ‘oh! Deberíamos hacerlo más seguido’ o frente a un muerto ‘vete al infierno, nadie se mete con mi abuela’ o cosas de ese estilo, podemos observar maravillados, que los aventureros, regresan a ese auto verdaderamente destrozado, y con un simple giro de la llave, se puede escuchar el sonido ronco de un Mercedes en esa carcacha arrugada. Oh, maravillas estos autos. El auto fantástico debería demandarlos...

En fin.. pero lo más asombroso, a veces, no son esos autos, sino el gran ataque maniático de las explosiones/fuego que padecen la mayoría de estos directores.

Hay una regla que nunca tiene excepción: SIEMPRE hay explosiones.

Es increíble ver cómo un gramo de pólvora, puede destrozar un edificio completo. Y lo más maravilloso, es que hasta tiene una expansión extremadamente lenta. La explosión es tal, que, el protagonista, que suele siempre estar al lado de la bomba en cuestión, comienza a correr 100 metros, cuando sólo quedan 3 segundos. En el mejor de los casos, sólo intenta salvarse él. En el peor, está la dama anteriormente mencionada, que siempre, SIEMPRE, es una estúpida para correr. Y es que la belleza atrofia las pantorrillas, o algo así. Porque el protagonista, no sólo debe correr para salvarse de ser pollo rostizado por causa de la explosión, sino que, en tal caso, debe tomar a la señorita de la mano, hacerla correr, esperar que se tropiece, que grite con lagrimas en los ojos un ‘olvídate de mi, sálvate tu’, y que el protagonista, tan abnegado como siempre, retrocede sobre sus pasos, levanta a la infeliz del suelo, intentan retomar la carrera, pero... oh! Vemos que el tobillo de la inútil está roto, así que el protagonista, debe llevarla en sus brazos – recordar que a todo esto, la explosión sigue en su leeeento proceso de expansión –

En fin... luego de tan heroica acción, vemos que el protagonista como la señorita, saltan a algún lado que los protege de absolutamente todo. – y es allí cuado la explosión toma su velocidad normal de expansión, y sí, el protagonista es también amaestrador de explosiones.... no hay otra explicación - Y a lo mejor, RECIÉN a estas alturas, podemos contemplar que el protagonista se ha despeinado un poco, tiene una herida característica en su mejilla o en su hombro derecho – lo que hará más difícil la pelea con su enemigo a posteriori - y la dama, pues... si ya antes andaba en bikini, ahora esa bikini está harapienta, y con un gesto virginal, intenta taparse con pudor... si es que lo encuentra (no pregunten qué, lo primero que encuentre, sea el pudor o el gesto virginal).

Una variante de esa escena, es que el imbécil muera por salvar al protagonista y/o a la dama. Entonces los dos sobrevivientes se abrazarían, la dama lloraría –porque es el toque emocional de la película, hay que comprender – y el protagonista, con el rostro lleno de ira por la muerte del imbécil, dice al viento alguna maldición a su enemigo. Oh, si. La naturalidad de estos momentos eriza la piel. Son los momentos en donde se espera que la gente llore en el cine. O algo así. Creo.

La cuestión, y ya para no alargar tanto esto, es que los dos personajes se encuentran finalmente con el enemigo.

Por alguna razón o por otra, siempre atrapan a la dama – y es que son una lata estas damas. Pelear con bikini siempre trae complicaciones, eso no parece entenderlo los cineastas – con la cual amenazan al protagonista de violarla, quemarla, matarla, o correrle el maquillaje.

Furioso, indignado, dando discursos de moralidad mientras una música de fanfarrias suena como fondo en la película, descubrimos la esencia pura y brillante del protagonista, más de lo que ya lo veníamos viendo, mientras dice algo del patriotismo y el respeto a las mujeres, y nos maravillamos ante la presencia – infaltable en toda peli yanki - de una bandera rojita con rayitas y estrellas blancas y algo azul por algún lado, flameando o bien vemos un cóndor, águila, avechucho.... naaa, un buitre. Creo que siempre es eso...

En fin. Presenciamos la pelea terrible, donde nuestro protagonista, debe pelear en su deplorable condición – con el rasguño en la cara, o con el hombro lastimado, o en el peor de los casos, despeinado –

Entre una pelea que va desde navajas, golpes con sillas, tomas de algún desAsTRE marcial, o simple arrojamiento de desodorante para baño en los ojos del enemigo, siempre, pero SIEMPRE, vemos que cuando el enemigo pide misericordia en el momento tenso, nuestro protagonista, como es una persona sensible que se conmueve, tanto como se conmovió con todos los tipos que mató en el proceso de llegar a ese lugar, le perdona la vida con un gesto de superioridad, y se dirige hacia la dama, la cual, seguro, está encadenada, atada o algo por el estilo.

Pero claro, los malos son taaaan malos, taaaan terribles, que a traición intenta ganar, y es allí donde finalmente contemplamos la función de la dama. Y es que las damas en estas películas, son alarmas. Alarmas en bikinis que se van desintegrando a medida que pasa la acción.

Es allí donde la mujer, desesperada grita al protagonista que mire hacia su espalda, pero como este hombre es bien duro de matar, saca una tarjeta de crédito, y con ella, usándola cual shuriken – ninja – se la ensarta en la yugular del otro infeliz, que al igual que la explosión, siempre presentan una reacción leeenta... – cuando al mujer grito y el protagonista se dio vuelta, el enemigo aun esta sacando una navaja del bolsillo trasero del pantalón -

Nunca falta la película en donde, tras dicha escena, nuestro amado héroe ponga como frutilla a la ardida jornada, un comentario del estilo ‘ oh! Creo que mañana no compraré el suéter que quería, al menos, no por VISA’

Y luego de la extraordinaria pelea, el hombre recuerda que la alarma – ejem, dama – está aún encadenada. Va, la rescata, y como ella ya venía encantada con el carisma del tipo, vemos la escena final con un beso de lo más patético, y en derredor, lo más probable, la policía llegando, gente que mira la escena apabullada, sin reparar en dos tortolos, que de por cierto, tienen una muuuy sospechosa actitud.

A estas alturas, está de más preguntarle al protagonista el porqué de haber llegado a ese punto, pues el hombre, ya no recuerda qué era lo que quería vengar, si era a su amigo, a su esposa, a su perro. Lo único que sabe es que esa dama es la dama de su vida, y ya nada más tiene sentido.

En fin... ¿moralejas que ha dejado?.. naaa, se concluyen directamente...

Mejor iré a mi cálida madriguera – leer como ‘cama’ -... el mundo real me apabulla...

2 Oscuridades:

Frey dijo...

Como ya te lo he dicho antes, una entrada muy buena. Me encanta como es que has estudiado esas peliculas bastante bien...

Saludos!!

Geli dijo...

Excelente análisis, con ese pH=0,01 tan carácterístico de su personalidad ;)

Y si, las pelis yankis son (casi) tan predecibles como las telenovelas de Thalía...

Saludos!